La efectividad de un sistema de cámaras de seguridad no depende solo de la calidad del equipo, sino de manera crítica, de su ubicación estratégica. Una cámara mal posicionada puede crear una falsa sensación de seguridad mientras deja ángulos ciegos explotables. El principio fundamental es cubrir puntos de acceso y áreas de valor, minimizando las zonas ocultas.
Los puntos de entrada obligatorios (puertas principales, portones, ventanas de fácil acceso) son la máxima prioridad. Las cámaras deben apuntarse para capturar rostros, no solo la parte superior de la cabeza. Para ello, se recomienda una altura de entre 2.5 y 3 metros. Es crucial proteger las propias cámaras de ser saboteadas, colocándolas fuera del alcance fácil o dentro de carcasas antivandálicas. La vigilancia perimetral requiere cámaras con un campo de visión amplio para cubrir vallas o límites de la propiedad.
En interiores, el enfoque debe estar en los puntos de estrangulamiento (pasillos, entradas a salas) y áreas con activos valiosos (cajas fuertes, almacenes de inventario). Una práctica común es colocar una cámara en la entrada que capture a cada persona que ingresa, y luego otra con una vista general de la zona. Evitar apuntar cámaras directamente hacia ventanas o fuentes de luz intensa previene el efecto de «lavado» que inutiliza la imagen. Una planificación cuidadosa de la ubicación es, por tanto, la base de una vigilancia efectiva.
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