El vidrio se produce principalmente a partir de sílice (arena), sosa (carbonato de sodio) y caliza (carbonato de calcio); a estas materias primas se añaden aditivos y, en muchos casos, cullet (vidrio reciclado) para ahorrar energía.
El proceso comienza con la dosificación y mezcla precisa de los componentes. Esa mezcla se fundirá a temperaturas entre 1.400 °C y 1.600 °C en hornos continuos hasta obtener una masa líquida homogénea. Tras la fusión se realiza la homogeneización para eliminar burbujas y lograr la composición correcta.
A continuación viene el formado: métodos comunes son el proceso float para vidrio plano (la masa líquida se vierte sobre un baño de estaño) y el soplado o moldeado para envases y piezas especiales. Después del formado, el vidrio pasa por un recocido controlado para aliviar tensiones internas y, si procede, por tratamientos térmicos como el templado para aumentar su resistencia. Finalmente se inspecciona, corta y empaqueta.
El uso de cullet y hornos modernos reduce el consumo energético y las emisiones, haciendo la fabricación de vidrio más sostenible.